martes, 15 de noviembre de 2022

SAINTOUT - DELGADO - CHAVEZ MOLINA. MOVIMIENTOS SOCIALES

"Los invisibles son toda la gente que-el sistema neoliberal oculta. Son los nuevos trabajadores que el posfordismo ha creado, los que desempeñan labores precarias, no tienen un lugar de trabajo fijo, están medio empleados o desocupados, son estudiantes-trabajadores que no tienen derechos. Esta forma de empleo hace imposible su sindicalización, su contratación colectiva. Dependen de contratos individuales.

"No llevan el overol azul que aquí en Italia usan los trabajadores industriales. Visten el overol blanco que es como un fantasma. Es que ellos son como un fantasma que se volvió visible gracias a su ropa. El overol blanco se volvió un símbolo de lo que no se podía representar de otra manera".

Luca Casarini, vocero de los Monos Blancos italianos.

Surgimiento de los Nuevos Movimientos Sociales

De un modo "empírico’', es posible decir que a fines de las décadas del '70 y el ´80 en América Latina, y antes en Europa, hemos asistido a la emergencia en el espacio público de nuevos actores y nuevas formas de expresión política. 

Estos actores (movimientos de mujeres, homosexuales, migrantes, de derechos humanos) aparecen como novedosas frente a los actores políticos tradicionales. 

Son movimientos sociales con minúscula y en plural por oposición al Movimiento Social con mayúscula y en singular, que fue generalmente el movimiento obrero. 

Este movimiento se constituyó en relación a una matriz sociopolítica clásica o nacional popular, donde el Estado ocupaba un lugar de referencia central para las acciones políticas. 

Escribe Manuel Antonio Garretón "Desde nuestra perspectiva ambos polos pueden ser vistos como dos dimensiones de los movimientos sociales. Por un lado, el Movimiento Social (mayúscula singular) orientado al nivel histórico-estructural de una determinada sociedad y definiendo su conflicto central. Por otro lado los movimientos sociales (plural minúsculas) que son actores concretos que se mueven en los campos del mundo de la vida y de las instrumentalidades, organizacional o institucional, orientados hacia metas específicas y con relaciones problemáticas, que se definen en cada sociedad y momento con el Movimiento central." (Garretón, 2001, p. 14)

El panorama mundial se transformó profundamente en las últimas dos décadas. Hasta los años 70, el tema de la participación estaba centrado en el sistema político: partidos políticos y elecciones para la transformación social democrática, guerras de liberación para la transformación societal. El Estado estaba en el centro; las estrategias de la toma del poder eran el eje de la discusión. Inclusive los actores corporativos tradicionales -burguesía, el movimiento obrero, los militares- eran mirados fundamentalmente en cuanto a su capacidad de intervenir en el espacio político del poder del Estado. Los otros actores sociales eran débiles; lo que había eran protestas, demandas (frecuentemente en clave clientelística) frente al Estado, espacios de sociabilidad y de refuerzo cultural local. 

En el plano internacional, la centralidad del aparato del Estado llevaba a acuerdos y convenciones, elaboradas y ratificados por los gobiernos. La sociedad civil tenía poca cabida directa y poco espacio en ese mundo (Elizabeth Jelin, 1996)

Pero la centralidad del Estado y la matriz nacional popular que le daba sentido en América Latina se resquebrajo en un contexto de ruptura o crisis debido a múltiples y complejos procesos: la globalización económica y cultural; el pasaje de una sociedad industrial de Estado Nacional hacia sociedades post industriales globalizadas, con la consiguiente crisis y declinación del paradigma del trabajo como eje organizador de la vida común y de la política. Frente al surgimiento de un nuevo tipo societal, emergieron nuevos actores y nuevas formas de acción colectiva.

A mediados de los setenta el mundo recibió con sorpresa y asombro el fermento social de las mujeres en los foros y conferencias paralelas a la Conferencia International en México. Desde ese entonces, esta modalidad de actividad paralela se ha convertido en una práctica cada vez más extendida y el poder de las organizaciones sociales no gubernamentales ha ido creciendo.

En América Latina, partir de los 70 hacen su aparición en el escenario público y van cobrando creciente importancia formas de articulación de intereses y agrupamientos que dirigen sus demandas al Estado, pero que no se canalizan a través de los partidos políticos. Elizabeth Jelin plantea que "en el contexto de la dictadura, y la limitación en el accionar de los partidos políticos, estos movimientos podían expresar cierta oposición política, expresiones democratizadoras, aunque en realidad no siempre lo eran. A menudo, se trataba de acciones colectivas con objetivos y demandas específicas" (Jelin, 1996).

En la Argentina, en el contexto de la Dictadura, el Movimiento de Derechos Humanos supo articular un espacio de participación que operó, en la medida que reformulaba las demandas y lograba condensar los nudos del conflicto, como eje de oposición ante el gobierno militar. Se definió como un punto de ruptura frente a la dominación autoritaria. Resituó la conflictividad social estableciendo nuevas interacciones y encarnando un actor novedoso. Como principio aglutinador de su práctica política apeló a un sistema de valores fundamentales: la vida, la verdad, la justicia, señalando la posibilidad de reflexionar sobre los modos de hacer política, de construir el poder y de crear la hegemonía.

La experiencia Argentina de los movimientos de derechos humanos, los que surgen como un modo de defensa ante la agresión de estos derechos, se caracteriza por su relación negativa ante el poder pero carece de propuesta global de transformación social. Sin embargo, al proponerse como un polo de aglutinación en determinado momento de la correlación de fuerzas, se constituye en un real polo de oposición al régimen militar cuestionando su posibilidad misma de legitimación.

El Movimiento de Derechos Humanos en la Argentina, como en otros países del Cono Sur,, invalida el fundamento de la "guerra” contra el "enemigo interno” denunciando la represión y la ilegalidad del gobierno militar. Simultáneamente, abre la posibilidad de recuperar históricamente la memoria de una lucha, la de la juventud de los años 70', que equivocada o no, se había alineado tras un proyecto de liberación y transformación social. Los padres y los familiares asumen, junto a la demanda por la vida, la valorización de esa vida y de ese proyecto. Los derechos humanos aparecen como el nudo de la acción política y su defensa desnuda la lógica de la dominación. Por lo tanto, los derechos humanos, a partir de ese momento, no son solo aquello que esta antes y hay que respetar, sino aquello que esta después y hay que construir.

En las transiciones a la democracia, algunos movimientos se constituyen en actores sociales institucionalizados, especialmente en los gobiernos locales. Otros tienen recorridos diferentes en los años '80, siendo incorporadas sus plataformas en la agenda social y política de la transición, Puede decirse que se produce una doble situación en el proceso de transición. Por un lado, los movimientos de DDHH se debilitan y quiebran, existiendo conflictos alrededor de las estrategias entre quienes quieren entrar a las estructuras del poder y quienes eligen no negociar aunque esto signifique quedar afuera. Pero por otro lado, sus temáticas se extienden socialmente y son apropiados por la sociedad, lo que finalmente afirma la fuerza de estos movimientos.

La temática de los movimientos sociales en los '90 se reconfigura, en un contexto de profundas transformaciones sociales y económicas, con un fuerte impacto en el empleo. Comienzan a aparecer movimientos ligados a la recuperación del trabajo o la protesta social, vinculada a obtener beneficios directos para la sobrevivencia, de amplios sectores sociales desplazados, del proceso de "modernización”. Las experiencias del Movimiento Sin Tierra en Brasil, los movimientos de desocupados en la Argentina, el zapatismo en México, los cocaleros en Bolivia, entre otros.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Estado Social en la Argentina