Las asociaciones centran las reflexiones contemporáneas sobre la Democracia participativa o deliberativa . Constituyen un elemento fundamental en el debate entre republicanismo cívico, liberalismo y comunitarismo. En este texto, vamos a recapitular algunas de las tesis optimistas que abogan por las asociaciones voluntarias e intentaremos examinar sus límites.
Así, discutiremos los argumentos que otorgan a las asociaciones el poder de forjar competencias cívicas e insuflar virtudes cívicas. Aunque también, algunos ejemplos tomados de las encuestas sobre la ciudadanía común muestran que la vida asociativa puede dar lugar tanto a lo mejor como a lo peor e invitan a adoptar posturas más comedidas. Para no caer en la ilusión asociacionista, conviene introducir en el escenario las dimensiones del derecho y de la política, que se ignoran con demasiada frecuencia en las tesis sobre el «resurgir cívico» o sobre la evaporación del «capital social». Sin embargo, nuestra reserva no es una condena definitiva de las asociaciones. Son actores ineludibles de la sociedad civil, cada vez más implicados en la constitución de componentes de la cosa pública. Daremos algunas pistas sobre la cuestión de la habilitación de esos actores de derecho privado para participar en dispositivos de acción pública. Y partiendo de la noción de «política personal» (personal politics), nos preguntaremos sobre las fronteras fluctuantes entre experiencia pública y experiencia privada y también sobre las referencias posibles al bien público. Pese a todas sus ambivalencias, el compromiso asociativo sigue siendo una vía privilegiada de ejercicio de la ciudadanía común en los regímenes democráticos.
- ¿Las asociaciones, lugares de ejercicio de la ciudadanía común?
Los seis siguientes argumentos, que abogan por las asociaciones como lugares de ejercicio de la ciudadanía común, de organización de la sociedad civil y de constitución del bien público, plantean todos serios problemas, o requieren al menos algunos matices.
Mediante la expresión «ciudadanía común» entendemos que el sentido de la ciudadanía no es asimilable al tríptico clásico de T. H. Marshall (1964) —garantía de derechos legales, políticos y sociales— que insiste de un modo demasiado unilateral en una concepción de los «derechos pasivos» de la ciudadanía. Tampoco se limita a diferenciar a aquellos que pertenecen de aquellos que no pertenecen a una colectividad política, a través del juego de los mecanismos de la naturalización.
No se la puede reducir a algunos indicadores estadísticos como el conocimiento de las instituciones políticas o de los derechos cívicos, la información sobre los partidos políticos o sobre las políticas públicas. Un estudio de la ciudadanía común necesita una observación y una descripción de los contextos de experiencia y de actividad de las personas en su vida cotidiana (Somers, 1993; Turner, 1993 y 1994). Ayuda a entender el modo como esas personas definen y controlan las situaciones y se mueven en los sistemas de coordenadas de sus universos políticos (Morán y Benedicto, 1995; Morán, 1996): cuáles son los temas que consideran problemas públicos, cómo discuten de ellos y qué hacen con ellos, qué relación tienen con la información que les transmiten los medios de comunicación, en qué términos expresan su sentido de la libertad, de la justicia o de la igualdad, y de qué forma se implican o no en situaciones de reivindicación colectiva.
Las asociaciones constituyen un observatorio idóneo para analizar cuáles son los recursos cívicos movilizados por los ciudadanos de a pie, cuáles son las virtudes cívicas que valoran y cuáles son las consecuencias cívicas que desarrollan, en qué actividades cívicas de investigación y experimentación, de razonamiento y deliberación se comprometen y cuáles son las transformaciones de sus entornos éticos y políticos.
- Ámbitos de realización de la autonomía personal
Según un primer argumento, las asociaciones constituyen un ámbito que favorece la elaboración de un proyecto de sí mismo y refuerza la autonomía personal, ya que permiten proseguir la realización de proyectos colectivos. Las entrevistas con miembros de asociaciones demuestran hasta qué punto esa actividad elegida libremente es de suma importancia para ellos y no se puede reducir a una mera inversión utilitaria o lucrativa. Suelen ser momentos fundamentales en su historia vital (Warren, 1995), momentos en los que tienen el sentimiento de que sus recorridos biográficos les pertenecen de modo singular si se comparan con sus experiencias escolares o profesionales. A través de actividades de reflexión, discusión y acción, la acción asociativa va acompañada de la entrada de sus miembros en relaciones de cooperación y conflicto. Los individuos aprenden a afirmarse y enfrentarse, reconocerse y respetarse. Viven esa alianza de intercambios de diálogo, coordinación y competencia como fuente de desarrollo personal. Les proporciona un sentimiento de afirmación y madurez.
Proporciona a los individuos unos elementos de constitución de una identidad que les ayuda a autodeterminarse proyectándose en el futuro, sopesando las ventajas de las que disponen, superando pruebas que los forman, imaginando alternativas para quien vive esas experiencias, formulando ideales de vida común. De forma autónoma, los miembros de las asociaciones se dan razones y motivos válidos para lo que quieren hacer y lo que hacen realmente. Participan en un Nosotros, una comunidad de relaciones de reciprocidad que han elegido libremente y en la que pueden situarse como ser individual comparándose con los otros y en la experiencia de la acción: forjan su propia identidad. Elaboran estrategias para alcanzar sus objetivos, controlan universos de recursos e información, entran en relaciones de poder y oposición, aprovechan oportunidades y superan la adversidad: utilizan su libertad de acción y «ponen las bases de nuevos comienzos». Finalmente, pueden ejercer su capacidad de reflexión y crítica, se liberan de sus prejuicios y se distancian de sus creencias, adquieren un sentido del compromiso y del pacto, de la fiabilidad y la responsabilidad, se constituyen como sujetos autónomos, dueños de sus elecciones en ese espacio de intervalos que constituye el colectivo asociativo .
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