domingo, 6 de noviembre de 2022

DELGADO M., SAINTOUT, F.. MOLINA CHÁVEZ, E. Movimientos Sociales

 La expresión nuevos movimientos sociales comienza a ser utilizada en los años '70, y corresponde a unas formas de acción colectiva diferentes, de aquellas basadas en el conflicto central puesto en el Estado y en las divisiones entre clases sociales.

PALABRAS CLAVE: ACCION COLECTIVA - CONFLICTO- NUEVAS INDENTIDADES

¿Qué hay de nuevo en los Nuevos Movimientos Sociales?

Los nuevos Movimientos Sociales se relacionan con la construcción de nuevas identidades políticas sociales y económicas, las cuales entran en conflicto con las normas existentes y valores, algunos de los cuales son negados por el Estado o por el mercado.





1. Surgimiento de los Nuevos Movimientos Sociales

De un modo "empírico’', es posible decir que a fines de las décadas del '70 y el ´80 en América Latina, y antes en Europa, hemos asistido a la emergencia en el espacio público de nuevos actores y nuevas formas de expresión política. 

Estos actores (movimientos de mujeres, homosexuales, migrantes, de derechos humanos) aparecen como novedosas frente a los actores políticos tradicionales. Son movimientos sociales con minúscula y en plural por oposición al Movimiento Social con mayúscula y en singular, que fue generalmente el movimiento obrero. 

Este movimiento se constituyó en relación a una matriz sociopolítica clásica o nacional popular, donde el Estado ocupaba un lugar de referencia central para las acciones políticas. 

El panorama mundial se transformó profundamente en las últimas dos décadas. 

Hasta los años 70, el tema de la participación estaba centrado en el sistema político: partidos políticos y elecciones para la transformación social democrática, guerras de liberación para la transformación societal. 

El Estado estaba en el centro; las estrategias de la toma del poder eran el eje de la discusión. Inclusive los actores corporativos tradicionales -burguesía, el movimiento obrero, los militares- eran mirados fundamentalmente en cuanto a su capacidad de intervenir en el espacio político del poder del Estado. Los otros actores sociales eran débiles; lo que había eran protestas, demandas (frecuentemente en clave clientelística) frente al Estado, espacios de sociabilidad y de refuerzo cultural local. En el plano internacional, la centralidad del aparato del Estado llevaba a acuerdos y convenciones, elaboradas y ratificados por los gobiernos. La sociedad civil tenía poca cabida directa y poco  espacio en ese mundo (Elizabeth Jelin, 1996)

Pero la centralidad del Estado y la matriz nacional popular que le daba sentido en América Latina se resquebrajo en un contexto de ruptura o crisis debido a múltiples y complejos procesos: la globalización económica y cultural; el pasaje de una sociedad industrial de Estado Nacional hacia sociedades post industriales globalizadas, con la consiguiente crisis y declinación del paradigma del trabajo como eje organizador de la vida común y de la política. Frente al surgimiento de un nuevo tipo societal, emergieron nuevos actores y nuevas formas de acción colectiva.

A mediados de los setenta el mundo recibió con sorpresa y asombro el fermento social de las mujeres en los foros y conferencias paralelas a la Conferencia International en México. Desde ese entonces, esta modalidad de actividad paralela se ha convertido en una práctica cada vez más extendida y el poder de las organizaciones sociales no gubernamentales ha ido creciendo.

En América Latina, partir de los 70 hacen su aparición en el escenario público y van cobrando creciente importancia formas de articulación de intereses y agrupamientos que dirigen sus demandas al Estado, pero que no se canalizan a través de los partidos políticos. Elizabeth Jelin plantea que "en el contexto de la dictadura, y la limitación en el accionar de los partidos políticos, estos movimientos podían expresar cierta oposición política, expresiones democratizadoras, aunque en realidad no siempre lo eran. A menudo, se trataba de acciones colectivas con objetivos y demandas específicas" (Jelin, 1996).

En la Argentina, en el contexto de la Dictadura, el Movimiento de Derechos Humanos supo articular un espacio de participación que operó, en la medida que reformulaba las demandas y lograba condensar los nudos del conflicto, como eje de oposición ante el gobierno militar. Se definió como un punto de ruptura frente a la dominación autoritaria. Resituó la conflictividad social estableciendo nuevas interacciones y encarnando un actor novedoso. Como principio aglutinador de su práctica política apeló a un sistema de valores fundamentales: la vida, la verdad, la justicia, señalando la posibilidad de reflexionar sobre los modos de hacer política, de construir el poder y de crear la hegemonía.

La experiencia Argentina de los movimientos de derechos humanos, los que surgen como un modo de defensa ante la agresión de estos derechos, se caracteriza por su relación negativa ante el poder pero carece de propuesta global de transformación social. Sin embargo, al proponerse como un polo de aglutinación en determinado momento de la correlación de fuerzas, se constituye en un real polo de oposición al régimen militar cuestionando su posibilidad misma de legitimación.

El Movimiento de Derechos Humanos en la Argentina, como en otros países del Cono Sur,, invalida el fundamento de la "guerra” contra el "enemigo interno” denunciando la represión y la ilegalidad del gobierno militar. Simultáneamente, abre la posibilidad de recuperar históricamente la memoria de una lucha, la de la juventud de los años 70', que equivocada o no, se había alineado tras un proyecto de liberación y transformación social. Los padres y los familiares asumen, junto a la demanda por la vida, la valorización de esa vida y de ese proyecto. Los derechos humanos aparecen como el nudo de la acción política y su defensa desnuda la lógica de la dominación. Por lo tanto, los derechos humanos, a partir de ese momento, no son solo aquello que esta antes y hay que respetar, sino aquello que esta después y hay que construir.

En las transiciones a la democracia, algunos movimientos se constituyen en actores sociales institucionalizados, especialmente en los gobiernos locales. Otros tienen recorridos diferentes en los años '80, siendo incorporadas sus plataformas en la agenda social y política de la transición, Puede decirse que se produce una doble situación en el proceso de transición. Por un lado, los movimientos de DDHH se debilitan y quiebran, existiendo conflictos alrededor de las estrategias entre quienes quieren entrar a las estructuras del poder y quienes eligen no negociar aunque esto signifique quedar afuera. Pero por otro lado, sus temáticas se extienden socialmente y son apropiados por la sociedad, lo que finalmente afirma la fuerza de estos movimientos.

La temática de los movimientos sociales en los '90 se reconfigura, en un contexto de profundas transformaciones sociales y económicas, con un fuerte impacto en el empleo. Comienzan a aparecer movimientos ligados a la recuperación del trabajo o la protesta social, vinculada a obtener beneficios directos para la sobrevivencia, de amplios sectores sociales desplazados, del proceso de "modernización”. 

I.   a.     Características de los nuevos movimientos sociales Describiremos aquí las características sobresalientes de los llamados nuevos movimientos sociales a partir de algunas de algunas de sus particularidades más visibles, sin que por esto se sostenga que son características que comparten todos ellos ni que aparezcan siempre de manera absoluta.

🔎   El conflicto: No son movimientos anclados en el mundo del trabajo o el Estado exclusivamente, pero que se fortalecen en ese universo en la década del '90. No es que  el Estado este absolutamente ausente en relación a la conflictividad social, pero en la medida en que estos movimientos se agrupan en torno a demandas tan variadas como trabajo, libertad sexual, la identidad, la ecología, el consumo, etc., y que incluso generan comunidades que van más allá de las fronteras del estado nación.


🔎   Las estrategias: En varios de estos nuevos movimientos sociales el poder es redefinido a partir de su no exterioridad con respecto a los sujetos, no como algo del cual hay que apoderarse sino como una dimensión que hace al tejido social. Para el Zapatismo, por ejemplo, la lucha en contra la dominación no implica cambiar un poder por otro, no implica "la toma” del poder, idea que sintetizan a través de la difundida afirmación de "para nosotros nada, para todos todo”.

Estos movimientos no se plantean la estrategia totalizadora que subvierta o invierta el orden social sino más bien microdisidencias en las que caben distintas respuestas, actitudes frentes al poder. Se parte de asumir que la voluntad colectiva no "se juega en un solo tablero”, lo que implica la ausencia de un único adversario.

🔎 La política y la cultura: Estos movimientos si bien no niegan la política partidaria no se remiten a ella como única vía para hacer política. Marcan su autonomía con respecto a los partidos y dan prioridad a la sociedad civil por sobre el Estado.

Los nuevos movimientos sociales prestan especial atención a las estrategias de visibilización a través de la dramatización, de la puesta en escena del conflicto. Asumen que en la pelea por sus reclames la cultura como expresión simbólica juega un papel importante para sostener una demanda cuando las vías políticas se clausuran.


Se asume en este trabajo que el Movimiento Piquetero es un nuevo movimiento social y no solo una movilización, debido a su permanencia; en el tiempo y a los grados de organización que posee.


"Las prácticas culturales son, más que acciones, actuaciones. Representan, simulan las acciones sociales, pero solo a voces operan como una acción” (Canclini, 1989, 327) Las expresiones culturales del conflicto más que tener un carácter performativo, más que lograr transformaciones verificables e inmediatas, se construyen desde la apelación a la visibilidad como modo de resistencia.

Buscando la visibilidad negada por siglos es que los integrantes del Movimiento Zapatista muestran el pasamontañas como símbolo de la colectividad, afirmando que todos somos Marcos, tapándose para hacerse ver. El pasamontañas no es solo eso, representa a los miles de desposeídos que necesitan hacer oír su voz luego de siglos de silencio. El Zapatismo apelara a un invalorable arsenal simbólico que le permite su legitimación en el mundo entero.

Tampoco la consigna Aparición con vida, elevada por las Madres de Plaza de Mayo y los Movimientos de Familiares de Desaparecidos en Argentina, era solo un slogan discursivo sino que se transformaron en un reclamo y en una política de justicia. Las Madres de Plaza de Mayo sabían que sus hijos estaban muertos, pero también sabían que, para todo el pueblo argentino, pedir la aparición con Vida era lo más justo que podían hacer. Si no estaban con vida significaba que habla responsables y si era así, la justicia debía actuar. La consigna Aparición con Vida condensa el sentido del movimiento por los DDHH y opera en dos dimensiones: como memoria de la sociedad, construyendo y recuperando su identidad; como proyecto hacia el futuro, planteando las alternativas de una sociedad posible.

🔎  La comunicación: La lucha por la definición de los conflictos, por los símbolos, por la legitimación de los actores y las demandas encuentra en los medios masivos de comunicación una arena de disputa ciertamente valorada por estos movimientos.

Desde la impronta de la visibilidad, la comunicación juega un papel central en la gran mayoría de ellos, tanto desde una dimensión mediática como por fuera de esta. Así, no soto existe una preocupación por estar, ser en los medios masivos, sino que también diseñan estrategias comunicacionales por fuera de estos medios. Un ejemplo paradigmático lo constituye nuevamente el Movimiento Zapatista, que usando medios de "baja intensidad" (cartas, comunicados, pliegos, petitorios) pero también tecnología de punta ha demostrado tener clara conciencia en torno a las dimensiones comunicacionales del conflicto. El Zapatismo pudo utilizar a su favor no solo Internet sino que también supo crear redes asociativas que amplificando su voz llegaron a crear mensajes propios. A través de la creación de nuevos símbolos pero también apelando a simbologías residuales de matrices culturales locales, y siguiendo una política de "mandar obedeciendo”, asumió una comunicación dialógica y por lo tanto ética con la sociedad civil.

En cuanto a los medios masivos, como agentes que disputan a las instituciones tradicionales la hegemonía en la construcción de sentidos sociales de la vida,| los nuevos movimientos sociales han tenido especial interés en participar en ellos y en sus lógicas de visibilidad/invisibilidad. La visibilidad se ha convertido no solo en uno  de los debates fundamentales para los movimientos sociales contemporáneos, como eje de la posibilidad de promulgar la identidad, las demandas, el conflicto. "La visibilización de ciertos temas, actores, territorios, problemas, que puede ser entendida como la presencia de estos elementos en los medios masivos de comunicación, se constituye en la disputa que quizás mejor caracteriza al mundo contemporáneo y que, por ejemplo, le valió al EZLN un reconocimiento de críticos, detractores y simpatizantes a su capacidad para hacerse visibles en el debate internacional desde un movimiento localizado, que: no local.” (Reguillo, 2000)

🔎 Espacio público/privado; La emergencia de los nuevos movimientos sociales se hace desde la crítica a la configuración del espacio público/privado tal cual lo había "ordenado” la modernidad, planteando conflictos diversos en torno a la identidad, la diferencia, el poder, la cultura, la subjetividad.

A partir de la inscripción de la subjetividad, de las nuevas identidades antes relegadas al espacio privado en el espacio público, las líneas, divisorias entre el dominio público y privado son redefinidas. Si la modernidad, como lo señalan por ejemplo, las teorías feministas, había diseñado la participación en el espacio político a partir de una fuerte marca racional, masculina y blanca, donde quedaban relegados de participar en el los no hombres, los no blancos y lo no racional, este diseño se rompe con la emergencia de los nuevos movimientos sociales. Ninguna consigna invoca de mejor manera esta ruptura que la expresada por el feminismo al afirmar que la sexualidad es política.

 

II.      Nuevos movimientos v nuevas perspectivas teóricas

El concepto de movimientos sociales es un concepto básicamente descriptivo, que representa un punto de partida para la investigación; de los movimientos sociales. Su utilidad está vinculada con la idea según la cual la investigación de estos movimientos debe centrase en el análisis de sus características distintivas y en los elementos que la integran, a partir de ciertas herramientas teóricas que se desarrollan no solo en un campo disciplinar.

Interesa entonces en este trabajo no solo plantear una descripción de los llamados movimientos sociales sino ponerlos en relación con ciertos debates que en el plano de las ciencias sociales se han dado en los últimos años en tomo a la subjetividad, la identidad, el poder y la memoria y desde los cuales se los ha analizado e interpretado.

II.a.    La subjetividad

Desde un punto de vista teórico, no podemos pensar la aparición de los Nuevos Movimientos Sociales si no es relacionada con lo que se ha llamado el surgimiento o retomo de la subjetividad, por reacción a las explicaciones deterministas de la acción y la conciencia social.

Esta emergencia de la subjetividad tiene que ver entonces con la crisis de los paradigmas de análisis estructuralistas, que pretendían explicar la acción y la conciencia social por la determinación de las estructuras, de las cuales los sujetos eran solo epifenómenos.


Pero además, la problemática de los nuevos movimientos sociales surge en relación a una línea de pensamiento que va a caracterizar la crisis de la modernidad a partir de la idea del ''proyecto inconcluso” (Habermas, Touraine, Giddens). Se piensa que la modernidad ha priorizado en su devenir la cara de la racionalidad en detrimento de la subjetividad, lo que implica que para "salvar” el proyecto moderno es necesario ir en busca de lo negado: no hay figura única de la modernidad, esta debe entenderse desde las dos figuras que (a constituyen, la racionalización y la subjetivación. "Durante mucho tiempo la modernidad solo se definió por la eficacia de la racionalidad instrumental, por la dominación del mundo que la ciencia y la técnica hacían posible. En ningún caso se debe rechazar esta visión racionalista, pues ella es el arma crítica más poderosa entre los holismos, los totalitarismos y los integrismos. Pero esta visión no da una idea completa de la modernidad e incluso oculta su mitad: el surgimiento del sujeto humano como libertad y como creación" (Touraine, 1994, p 205). La modernidad se concibe entonces como un proceso de constitución de sujetos, pero estos no se pueden entender solo desde una dimensión racional.

El sujeto se define como la reivindicación por el individuo o el grupo de su derecho a ser un actor, singular y esta finalidad se constituye a través de la conflictividad. La subjetivación realizada, puesta en el espacio público por los actores, es lo que da vida a los nuevos movimientos sociales, estos donde los actores combinan la experiencia cultural privada con la participación en el universo de la acción instrumental.

II.b.  Identidad

Si durante los procesos de constitución de los estados nacionales, y específicamente en América Latina, las identidades colectivas se habían afirmado desde la nación, con la crisis de los modelos de estado dominante y con el desarrollo de los procesos de globalización, estas identidades entran también en crisis. 

 Los nuevos movimientos sitúan en primer piano las cuestiones ligadas a la identidad de sus integrantes, que en ocasiones son consideradas plataformas para la participación.

La pregunta por la identidad es la pregunta por quien soy, quienes somos, y los nuevos movimientos sociales ponen en acción dentro del espacio público su respuesta, apelando a la visibilización de aquellas dimensiones de la identidad que habían quedado relegadas al espacio privado y subjetivo. .

Reivindican nuevos espacios sociales: "en los que sus seguidores se autorrealizan y construyen el significado de los que son y lo que hacen” (Melucci, 1994, p. 119), pero esto no tiene que ver con el individualismo y la ideología de autoayuda, sino que salen del ámbito privado para transformase en reivindicaciones sociales.




2 El tema de la identidad no es nuevo para las ciencias sociales en la década del 80. Ya había sido ampliamente trabajado por las interaccionistas simbólicos (E. Goffman; Turner) como por los fenomenólogos (P. Berger; T. Luckman), pero se había reducido al individuo y a las interacciones cotidianas.


  • Las reivindicaciones de estos movimientos, tienden a presentarse asociadas a una serie de símbolos, creencias, valores y significados colectivos que tienen especial importancia para sus seguidores por dos razones: 

1) están en el origen de los sentimientos de pertenencia a un grupo diferenciado; 

2) están íntimamente relacionados con la imagen que los seguidores de estos movimientos tienen de sí mismos y con el sentido de su existencia individual.

Pero la identidad no es solo la imagen de uno mismo, sino que supone como condición de emergencia la intersubjetividad, la otredad; la identidad emerge y se afirma solo en la medida en que se confronta con otras identidades en el proceso de interacción social: "Por eso la identidad no es un atributo o una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional. Esto significa que resulte de un proceso social, en el sentido de que surge y se desarrolla en la interacción cotidiana con los otros. Los actores se reconocen a sí mismos solo reconociendo a los otros" (Giménez, 1992, p.186).

Así la diferencia como elemento constituyente de identidad comienza a ser problematizada. Y si los movimientos "no nuevos" habían hecho visible la desigualdad (desigualdad en el tener), la diferencia (diferencia en el ser) como categoría no solo entra a operar en el campo de lo político sino también en el campo sociológico.

La emergencia de estos nuevos movimientos en la escena pública no solo puso de manifiesto la necesidad de un reconocimiento de la alteridad a partir una afirmación positiva de la identidad (nosotros somos gay, nosotros somos aborígenes) sino que también expreso la participación asimétrica en la posesión de los recursos materiales circulantes en el espacio social (somos pobres, somos sin tierra).

“En términos muy generales las categorías (desigualdad y diferencia) se habían considerado con independencia la una de la otra. Es decir, mientras algunas de las corrientes culturalistas habían pensado la diferencia sin su necesaria articulación con los proyectos económicos y políticos excluyentes y la habían construido como una problemática cultural, otras corrientes de las ciencias sociales habían hecho hincapié en el problema de la desigualdad por la vía exclusivamente económica, ignorando o minimizando los importantes contenidos culturales, es decir, simbólicos que operan como fuerzas productoras de lo social”. (Reguillo, 1999, p. 102) Concebir así la diferencia/desigualdad implicó elevar la categoría de la diferencia a una complejidad mayor que la del conjunto de atributos que "se expresan en minoría” o se piensan desde el relativismo cultural, como también llevar la categoría de la desigualdad hacia sus formas de construcción identitarias y a estas desde una dimensión histories.

Por otro lado, pero en relación a lo anterior, a la hora de hablar de movimientos sociales e identidad, es necesario tomar la conceptualización realizada por Manuel Castells (1999) en tomo a lo que él llama las identidades defensivas por oposición a las identidades proyectivas: las identidades defensivas, como aquellas que ante las adversidades desarrollan estrategias de sobrevivencia cuya característica es la defensa del entorno; las identidades proyecto, aquellas que pasan de la defensa al proyecto, a una actitud pro- activa, Corriendo el riesgo de la generalización, se podría decir que en Europa los nuevos movimientos sociales surgen a partir de la afirmación


religiosa, de genera, ecológica, mientras que es posible pensar que en América Latina es más fuerte la dimensión de la carencia, de la falta: los sin tierra, sin bienes, in justicia, incluso, sin identidad.

II.c.  Memoria

Durante los dos últimos siglos el tiempo fue concebido básicamente desde dos lugares centrales: por un lado, como tiempo episódico o histórico; por otro lado corno no tiempo, o tiempo de la larga duración

La primera definición debe atribuirse a aquellas narrativas que explicaron el tiempo de las sociedades y las culturas desde la idea de historia aunada a la noción de progreso indefinido. 

Así se presenta el tiempo como una serie de sucesiones lineales, donde; cada etapa supera a la anterior, con una dirección de conjunto gobernada por principios de dinámica general. La historia puede ser narrada como una línea de relate, que impone una representación ordenada sobre el embrollo de los acontecimientos humanos: primero culturas de recolección y caza, luego el cultivo, la industria, etc.

En segundo lugar, las ciencias sociales han analizado la temporalidad social desde el paradigma estructuralista donde el tiempo es un gran ausente en la problematización de lo social en los últimos anos, de la mano de la sociología histórica y de los estudios culturales (Appadurai, 1982), las ciencias sociales comienzan a pensar el tiempo desde una densidad diferente, planteándose las múltiples temporalidades o (des) tiempos de lo social: de la historia (un único tiempo) a la memoria.

Así, por ejemplo, Raymond Williams (Williams, 1987) propondrá la necesidad de analizar las formaciones socioculturales desde la existencia de tres dimensiones o temporalidades. Uno, 

  • el arcaico: es el que sobrevive del pasado en cuanto pasado, que se reconoce como un elemento del pasado para ser observado, para ser examinado o incluso ocasionalmente para ser conscientemente revivido de un modo deliberadamente especializado. El segundo, 
  • el residual: lo que formado efectivamente en el pasado se halla todavía hoy en el proceso cultural como elemento del presente, ya sea recuperado por la cultura dominante o representando alternativas. Revive como recuerdo con efecto de presente, como memoria de la que se está hecho. Por último, 

  1. el emergente: es lo nuevo, el proceso de innovación en las prácticas y en los significados, y que habla de instancias de :creación en las prácticas.

La emergencia de la temática de la memoria implica la problematización de la relación entre tiempo/poder, y entonces la necesidad de la pregunta por aquellas subjetividades, memorias, acalladas en el relato de la historia. La gran mayoría de los nuevos movimientos sociales se sitúan, explícita o implícitamente, desde una crítica a la historia como relato oficial que hizo posible ciertas voces y silencio otras.

En la Argentina pos dictadura se reconoce la presencia de movimientos sociales que son producto de la intención de "hacer oír” la memoria. 

HIJOS se constituye como grupo involucrando en ello la reintroducción de los otros, del pasado silenciado y olvidado.

H.I.J.O.S. por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.

Si bien hoy hay un florecimiento de nuevas y múltiples subjetividades políticas (de clase, étnicas, gay, ecológicas, feministas, religiosas) en el caso de HIJOS existe un proceso que; busca la reconstrucción histórica de un relato fundante que posibilite un proceso identificatorio desde la reconstrucción de la memoria. Ellos buscan reconstruir el pasado de sus padres y el presente propio. Necesitan re-construirse en la reconstrucción de la memoria colectiva. La historia oficial los excluye y los silencia e intenta constreñirlos a múltiples historias individuales.

ll.d. El poder

En los años 80, y especialmente en América Latina, la relación entre movimientos sociales y. poder comienza a ser repensada a la luz de una revisión del concepto mismo de poder de la mano de una lectura en clave, gramsciana.

Las ideas clásicas en relación al poder, atravesadas por miradas marxistas, hablaban de un poder "dividido” en dos, uno coaccionando sobre el otro: una clase dominando a la otra, imponiéndole su fuerza. 

A partir de los aportes gramscianos (y específicamente de la lectura que hacen en los 70 y 80 los estudios culturales del trabajo de Gramsci) se lleva a cabo un desplazamiento de la concepción del poder como imposición hacia la noción de hegemonía

Se traslada el acento puesto en la dominación como imposición hacia la dominación como relación de reconocimiento, de comunicación, donde el poder no se ejerce como fuerza sino como sentido. 


Por otro lado, para los años 80 opera también la ruptura con la idea moderna del poder expresada a partir de la idea foucaultiana de la microfísica del poder. El mismo la define así: "No hay un poder sino que, dentro de una sociedad existen múltiples relaciones de poder extraordinariamente numerosas y múltiples, colocadas en diferentes niveles, apoyándose unas sobre las otras y cuestionándose mutuamente"


Foucault, (1995, p. 169), propone analizar el  poder como formación reticular que atraviesa todo el cuerpo social, como tejido que lo constituye, Foucault explica que las relaciones de poder son sutiles, múltiples y se dan en distintos niveles; no podemos hablar de un poder sin describir las relaciones de poder y esas relaciones son tan múltiples que no pueden ser definidas como opresión, resumiendo todo en la frase el poder oprime. El poder en las sociedades está en todas partes y en ninguna, circula; la organización social está regida por el ejercicio del poder.

Esta perspectiva del poder no solo constituyo una herramienta de análisis de varios de los llamados nuevos movimientos sociales, sino que también los propios movimientos la asumieron como mirada desde donde ubicarse en la conflictiva social, tanto para sus accionares como para sus modos de organización interna.

 




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